Era una noche como cualquiera. Los compañeros de trabajo de mi chico nos invitó a cenar en el típico bufe libre asiático. Fuimos ahí y yo no tenía ni idea que en final de la noche yo voy a tener un humor más malo que un gato en una perrera.
Todo empezó en el momento cuando uno de los compañeros, que había fumado más porros que el propio Bob Marley se dio cuenta de una pareja bastante rara que estaba comiendo a la mesa al lado. Ahí había una mujer de 30-40 años, alta, rubia y con traje bastante corto y llamativo acompañada por un huertano típico con camiseta abierta hasta el medio pecho, cara roja y maneras de un burro. El tío todo el tiempo intentaba de abrazar la mujer, que lo rechazó cada dos por tres. En lugar de dejar la pareja en paz, los chicos empezaron a discutir, si la mujer es una escort o una puta normal. En lugar de dejarlo, ese lío continuó con vueltas cada dos minutos para ver el desarrollo de la situación y evaluar la mujer.